domingo, 6 de julio de 2025

LAS SENDAS DE LA VIDA ( capt. 4 )

                EL   GRAZNIDO   DEL   CUERVO

                Mi padre se iba haciendo mayor y las faenas de la finca se le hacían cada vez más pesarosas. Al final tuvo que contratar la maquinaria para que hicieran los trabajos de la siembra y la recolección. Todo el beneficio lo invertía para seguir manteniendo el corral, por lo que decidió desprenderse de él,  de ese medio de vida que le sirvió, en su día, para sacar la familia adelante. El golpe anímico para él fue grande porque allí fue muy feliz.

    Y así es cómo esa senda de la vida llegó al final, pero dejando rastros de melancolía a raudales. Allí me rodeé de la vida medieval, aprendí a beber agua de lluvia, a escuchar el canto de las peiras que habitaban en las paredes del rebaño, a escuchar el graznido del cuervo que te hablaba de soledad. También me llamaba la atención, el sonar de las esquilas, que desde la distancia daban idea de libertad y sosiego y llenaban todo de romanticismo.

     En ese lugar aprendí a manejar el gran Libro de la Naturaleza, a distinguir y a observar vidas distintas hasta la extenuación, desfilaban tantos seres delante de mi, que mi admiración no tenía fin.

      Y allí se quedaron todos los enseres que empleó el buen agricultor, las forcas y porgadores, los trillos guardados en el pajar, y el carro solitario, apoyado en la pared del corral, esperando el deterioro del paso del tiempo.

     Dicen que cuando se deja un edificio en eterno silencio de abandono, nada se quiere mantener en pie, todos quieren morir, es como si la compañía del hombre fuera fundamental para ese dinamismo de vida,... te has ido,... nosotros nos vamos también.

    Y ahora a través de las fotografías que recibo, veo que nada ha resistido al paso del tiempo, las paredes han sucumbido, quedando un escenario para recordar lleno de tristeza.

     " Todos necesitamos volver al lugar en el que fuimos felices,... la vida no es cómo la hemos vivido, sino cómo la hemos archivado, y la memoria la agita a su conveniencia ". Bellas palabras que copié de los grandes escritores y que me ayudan a entender.

     Mi familia, mi padre, mi abuelo, mis tíos, y todos los que habitaron los montes de Ubío, requieren un reconocimiento,... dieron vida a ese lugar creando una época muy bella.

     Con un gran respeto de agradecimiento en esta senda de la vida. 

     Siempre me acompaña Van Gogh, en mis menesteres, esta vez con su cuadro, " El Trigal con Cuervos "

     Somos muy amigos.
 

     Chavierín.

      

      

     

domingo, 29 de junio de 2025

LAS SENDAS DE LA VIDA ( CAPT. 3 )

                                                                     


LA   PAREJA   DE   LA   GUARDIA   CIVIL

     Suerte habíamos tenido aquella mañana camino de la finca. Al parase mi padre en el camino a mirar un cepo que había plantado el día anterior, descubrió que había caído un conejillo en la trampa, contentos marchamos los dos hasta el corral con el resultado de la caza,... ese día tendríamos para comer rancho con conejo. 

     Visita a la cocina de la cabaña para dejar en la fresquera el animal, y raudos  fuimos a descargar a un campo cercano, dos sacos de mineral que llevaban las caballerías, y cual no sería nuestra sorpresa, cuando al volver a la cabaña, nos encontramos en la puerta con la pareja de la guardia civil. Mi padre tembloroso, digo yo que preocupado, había dejado el cepo a la entrada, lleno de sangre del animal. Los guardias civiles miraron para otro lado y el día siguió con normalidad. Mi padre más de una vez les firmaba el recorrido aunque estuvieran en el Loreto.

    .... anecdotario puntual en la Val de Ubio ....

     Estas eran las faenas de obediencia con mi padre. Un padre valiente y aguerrido que se enfrentaba solo a la siembra de un corral de treinta y cuatro cargas de trigo y cebada, repartidas en dos añadas. Nunca le desobedecí.

     La lejanía marcaba el sacrificio y la disciplina. Dedicaba entre ir y venir a la finca tres horas, por eso, en tiempos de labranza y cosecha, el quedarse en la cabaña a dormir era lo que se estilaba. Era un trabajo de autosuficiencia. En mis primeros años, mi padre labraba los campos como un San Isidro, los preparaban para el año siguiente, segaba a mano y trillaba en la era, como en las estampas de la Biblia. El viento era el aliado,... y el llenado de sacos de trigo al final de la jornada, importante, para dormir con satisfacción. Tengo que comentar que mi padre vivía por esas fechas, en una cierta tensión por las tormentas de verano,... alguna vez todo el esfuerzo de un año se lo llevó la intemperie.

     Años más tarde, mi padre hizo uso de la cosechadora para quitarse el esfuerzo de la siega y solo continuó con la siembra y labranza con las caballerías. Hacer líneas de labranza en esos campos tan grandes, era un trabajo que requería mucha predisposición que él asumía con normalidad.

     Tierra ruda de rejas y vertederas a la que dieron vida estos hombres acostumbrados a sufrir.

      Yo siempre admiré su constancia y sé que disfrutaba con mi compañía.

       Esta senda me tocó vivir, camino de la modernidad, abandonando la tradición y dejando que la maquinaria nos ganara la partida.

       Mi padre se merecía estos adelantos.

        Prepararé una senda más,... en un último capítulo.

       Con respeto....

        Cavierín.

       

domingo, 22 de junio de 2025

LAS SENDAS DE LA VIDA ( capt. 2 )

       LAS   CEREZAS   DE   UBIO

" Aprendí cómo buscaban las gallinas su alimento en el campo, escarbaban con una pata, con la otra, mirada con atención al suelo, y vuelta a empezar "

 .... Todo me llamaba la atención .... 

     Me encontré con un mundo plagado de seres vivos y grandes campos en movimiento, donde las olas del trigo te mostraban los esfuerzos del hombre y su tierra, meses y meses de ir y volver a la faena para arar unos trozos de futuro.

      De amistad y vida, los seres que rodeaban los marcos de la vista, formaban parte de ti, las ovejas y chivos incordiados por la perruna y las aves del corral, las gallinas ponedoras siempre en trance con el cara cara, que daban vida a ese sentir granjero,... todos se quedaron en mi mundo interior como herencia en los primeros años.

       Golpecillo en la espalda de mi abuelo Luís, ¡ hala, vamos a bajar a la barranquera !, a conocer otro mundo mágico. Descenso por el vadinal y llegada al pequeño río de montaña, de agua transparente. Subida la pequeña cuesta y los primeros que me reciben en el hall son unos guindos, pequeños, graciosos, ácidos, que en cierta forma me abren la puerta al edén del agricultor. Lugar de huerta rodeado por árboles frutales que serian propios para que este visitante, disfrutara con los distintos sabores. Sé muy bien que en la juventud, mis tíos y mi padre, plantaron mucha variedad de frutos poniendo en marcha su sensibilidad agrícola. Las cerezas de colores eran las reinas. También tenían sus colmenas para completar el paraje.

      El lugar tenía riego natural, y puentes pequeños para que pasara el rebaño,... y unas escaleras de madera para trepar a los árboles,... a veces, bajaban las gallinas del corral a acompañar a mi abuelo mientras se echaba un cigarro,... y a escarbar en los montones de estiércol buscando gallinas ciegas.

     Las choperas inundaban el barranco en orden y disciplina, de norte a sur, haciendo la corte al rio, todo era una adaptación al lugar y yo aprender lo que es la libertad enseñada por los habitantes del campo.

     Quizá me querían mostrar de jovencillo aquel lugar para que me adaptara a futuro, a esa época de verano al lado del trillo para separar la paja de la mies, en esa era sagrada de "ganarás el pan con el sudor de tu frente "

      .... todo fue fantástico ....

     Al final de los primeros años queda un huevo frito en la sartén, el pucherico de  leche de cabra para cenar y el candil poético a la luz de la luna y un canto a la libertad.

      Ese día me quedé en la cabaña en Ubio con mi abuelo, porque iba a nacer mi hermano Miguel,... tenía cinco años. 

      Todo fue felicidad.

      Chavierín

     

domingo, 15 de junio de 2025

LAS SENDAS DE LA VIDA ( CAPT. 1 )


           LA   HACIENDA   DE   UBIO

Cuando de pequeñín decidieron que tendría que salir de casa para conocer el paraje que alimentaba a la familia, seguro que lo hice montado en la burrica de mi abuelo Luís, presta para llevar las hortalizas y los huevos de gallina envueltos en la cesta de mimbre. 

     El curso de iniciación lo comenzaría bajando por la calle de la Lechuguilla camino de Ubío, atravesando el puente y la huerta de Mola hasta llegar al Macelo,... digno lugar de sacrificio para alimentar a los paisanos.

     De seguidas me encontraría por el camino, antes de llegar a la Medina, con un azarollo que pujaba en altura con la pared, y pasada la curva al final, la visión a lo lejos de un lugar de oración, la ermita de la Virgen del Loreto, en silencio, y siempre mirando al sur con sus bancos en la puerta, como esperando a los peregrinos que venían del pueblo a rezar. Algo tendría esta ermita dedicada a la Virgen, de blancas paredes, para que la gente le tuviera tanta devoción. Dicen que las amas de casa después de comer organizaban paseos para visitarla porque les reconfortaba el espíritu. 

     A continuación, el camino lento con las curvas hasta llegar a las alturas del corral de Barella y descubrir el mundo que habitaba en las lejanías de campos sembrados al albur del trigo y la cebada.

     Los cuerpos se balanceaban encima de la burrica por caminar por esas sendas milenarias, entra curvas, que alcorzaban el camino para llegar a esa tierra prometida. Y aumenta más el ascenso hasta llegar a esa plana de las alturas desde donde se divisaba los campos dorados con chopos que dibujaban del cauce del barranco a los lados de la mies,... ya estamos llegando.

     Y desciendo al fin para llegar al corral, a esa cabaña de pozal en la chimenea y a la mejana de esquilas y balidos. Y desciendo del paciente animal, ayudado por los brazos de mi padre,... y quiero correr y visitar,... y veo salir a las gallinas del corral, que me miran y me miran, porque ven que este jovencillo es nuevo en el lugar.

     No sabía por dónde empezar, era el principio de conocer un mundo fantástico que el tiempo me tenía que mostrar.

     Sí, que fue una experiencia chula, recordada y muy vivida en ese lugar para mí de ensueño,... las sendas de la vida.

     Con respeto.

      Chavierín.  

domingo, 8 de junio de 2025

LOS RIOS DE LA VIDA ( Capt. 4 )

                                            EL   PERRO   LOBO

Después de tomar un refrigerio en el bar La Taurina junto a la plaza de toros, me fui a buscar al antiguo Instituto Pignatelli, hoy sede del Gobierno de Aragón, mi preciado título de C.Ó.U para guardarlo en el maletín de los actos documentados.

      Había pasado un tiempo desde que acabé el curso y sin saber que estaban de reformas en el edificio, abrí el portón para ir a la secretaría, pero cual no sería mi sorpresa al encontrarme de frente con un perro lobo que guardaba celosamente los materiales de la construcción. El perro lobo me miró amenazador, y abriendo con esfuerzo el portón de la fotografía, escapé hecho un manojo de nervios,... todo por mi asalto a la Bastilla,... no somos nada.

      Anécdotas aparte, aquí fue donde realicé el C.Ó.U nocturno, en un edificio muy antiguo que tomó parte en la historia de la ciudad de Zaragoza. Desde el siglo XVII. fue la Casa de la Misericordia porque en aquellos años había mucha pobreza por las calles, Hospital Militar en la Guerra de Independencia, Hospicio y lugar donde se enseñaban los oficios populares. Este edificio tuvo esas funciones, hasta que, en los tiempos modernos, lo dejaron como el Instituto Mixto nº 4 de Bachillerato Ramón Pignatelli hasta los años noventa. Hay que decir que allí impartieron su sabiduría gente de renombre que fue muy importante para la ciudad, como el señor Pignatelli.

      Me agrada el haber tomado parte del recorrido histórico de este edificio, de haber ocupado un pupitre que igual lo empleó un ciudadano de la Guerra de la Independencia o un jovencillo dejado de la mano de sus padres. Si este pupitre les sirvió para centrar sus mentes y darles serenidad, bienvenido sea el recuerdo.

      Conseguí el diploma del título en un instituto del Coso Bajo y lo guardo en el lugar de los méritos para que un día, si quiere, los vea mi nieto porque a mis años, a estas cosas, apenas les doy importancia.

      Después de acabar el C.O.U tuve la osadía de presentarme al acceso a la universidad en el edificio de Filosofía, me sentía bien, pero suspendí porque este "filósofo ", no se preparó bien la selectividad, no estaba pasando buen momento emocional por la muerte de mi madre y este abandono tuvo esas consecuencias.

     Y me dediqué al trabajo, al mundo laboral en las grandes superficies, hasta que la jubilación me mandó a descansar.

     Y aquí acaba mi pequeño "riachuelo de la vida " con los libros y la sabiduría.

     No me arrepiento de nada de lo que hice, en ese momento consideré que tenía que actuar así y no hay que darle más vueltas,... así es la vida.

      Igual en otro planeta tengo una segunda oportunidad.

      Con respeto.

      Chavierín.

domingo, 1 de junio de 2025

LOS RIOS DE LA VIDA ( capt. 3 )

                                        ELIZONDO,   BAZTAN

         Como en ese pueblo perdido en los Alpes, los jóvenes de Uncastillo, para poder hacer el bachiller, tenían que abandonar a la familia, lo que representaba un desapego y un gasto más para la economía familiar. 
     El método socorrido lo teníamos en los seminarios y colegios de internado, que, como estaban faltos de vocaciones, invitaban a los jóvenes a estudiar en sus dependencias por un módico precio. Ellos cumplían con su misión de ganar algunas almas para el cielo y nosotros el tener el preciado bachillerato, que no lo entregaban los frailes, sino la autoridad competente de los institutos de Pamplona con un examen por libre de todas asignaturas al final de curso,... los listos acababan en junio, y los medianos acabábamos en septiembre,... hay que reconocer que el reto era grande, era como preparar una oposición anual de cada curso,... pero aún así íbamos tirando,... teníamos buenos profesores.

     La oportunidad nos vino por la visita que hizo un fraile franciscano a las escuelas buscando alumnos para su colegio. Varios accedimos y comenzamos ese periplo que duró varios años por Elizondo y el valle Baztán, un lugar muy bonito, verde lluvioso, y plagado de conventos religiosos.

     La experiencia, lejos de la familia resultó un poco dura, pero bueno, yo me empeñé en salir del pueblo y acarreé con las circunstancias, de disciplina, estudios, rezos, nervios, deporte y exámenes finales todos los años en Pamplona.

      Yo estaba acostumbrado a la liberad en el pueblo, al amparo de la familia, a los mimos y atenciones, y eso en cierta forma, allí lo perdí. Un disgusto grande se llevaron mis padres, más mi madre, y sobre todo mi abuelo Luís con el que estaba muy identificado, cuando dije que me iba. Pero reconozco que mi capacidad de adaptación a nuevos lugares y disciplinas de la vida siempre ha sido la correcta. 

      Llevaba en la mente lo que aprendí en la escuela sobre saber diferenciar entre el bien y el mal, y allí lo puse en práctica, y descubrí, que no es oro todo lo que reluce dentro de un convento. El aislamiento al que nos sometieron los primeros años, con el control de las cartas que enviábamos y las que recibíamos era grande, así nos mantenían controlados,... nuestros nombres de llamada telefónica, nunca sonaron por la megafonía. Los primeros años fueron así, después, con la llegada de frailes jóvenes, la disciplina se relajó.

     Pero bueno, después de seis años me traje en la maleta el preciado título de bachiller, un decente manejo del francés y un saber estar para las diferentes etapas de la vida.

     Un agradecimiento grande a los frailes, a Fray Danielle, que sé que en cierta forma le defraudé cuando abandoné el seminario, al padre Martino y a Fray Pacífico, Fray Mauro, bellas personas que nos supieron entender.

     Y siempre agradecido al Valle del Baztán y su Elizondo,... después de cincuenta años, he ido varias veces a visitarlo y siempre ha aparecido la emoción.

      Los ríos de la vida en el Río Baztán.

     Con respeto.

      Javier Cay Navarro.

Abrazos litararios en el Baztán,... escritos que he dedicado al Valle Baztán en estos últimos años.

       

          

domingo, 25 de mayo de 2025

LOS RIOS DE LA VIDA ( Capt. 2 º )

          DON  GREGORIO,  DON  JOSE   Y  DON  RAMON

      Después de hacer la primera comunión en el colegio, nos enviaron a estudiar a este recinto de las Montañas Nevadas y la fe en la Patria, de Uncastillo, la escuela Primo de Rivera que curiosamente se construyó con los ladrillos que se fabricaban en la tejería de los Combalía de al lado del rio. 

     Entrábamos en un mausoleo de cara al Sol sin saber por dónde nos venía el aire, la exaltación a la bandera en el pasillo, nos llamaba la atención. Tengo que decir que los maestros nunca nos aleccionaron con las bonanzas de la dictadura.

     Ese era el espíritu que se respiraba, pero nosotros estábamos pensando más en ir hacer cabañas a la Medina que hacer caso a la exaltación. Si nos mandaban pintar una cartulina de exaltación a la dictadura, lo hacíamos con tinta roja para cumplir el expediente y para que los maestros respiraran tranquilos.

     La crónica poética de la escuela se encontraba en la estufa y sus cercanías, en las viandas, en las castañas y bellotas para asar, en la leche americana, y el ir a clase con un fajo de ramas para la estufa porque los fondos no llegaban para más. De simbología máxima, ese tintero pendenciero de tinta rellenable y los plumines, que nos acompañaban en el pupitre y que formaban parte de las escrituras del mundo.

     La disciplinada rondaba a la enseñanza, por eso, por los colegios que pasaban los alumnos del pueblo, les reconocían la buena preparación que portaban esos jóvenes. La clase de religión semanal que nos daba mosén Alejandro, e ir los sábados a confesar en fila a San Martín, era un proceso que nos hacía más santos,... caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,... los dones del Espíritu Santo que aprendí de memoria en esas clases y que nunca se me olvidaron.

     Escuela de grandes ventanales que se construyó en 1928 porque la cultura y las ganas de aprender merecían ese aporte en Uncastillo.

     Los pinos que plantamos en el recreo, que ya no están, eran un ejemplo de supervivencia en aquellos años, teníamos que transportar el agua para regarlos con las soperas de la leche americana,... un esfuerzo por amor a las plantas.

      La escuela, cercana a las eras y la trilla, a la dula de las cabras, y a las segadoras viejas de la herrería de Garín, continua con su vida de docencia por los tiempos.

     Con respeto.

     Chavierín.