domingo, 17 de marzo de 2024

EL LIBRO DE CRISTAL

              Los años te obligan un poco a plegar velas y a recoger los útiles del viaje para guardarlos en tu cuaderno de cristal, tan transparente como el agua de lluvia de las primaveras,... lo vivido es todo verdad.

    En tu recorrido vital, la natura ha tenido a bien regalarnos las distintas etapas de nuestra vida con nuestras costumbres y relatos correspondientes. En el cuaderno de bitácora que cada uno confecciona, hemos ido anotando todos los acontecimientos de vida,... las celebraciones,... las ocurrencias,... los momentos históricos que más nos llamaron la atención y los guardamos con amor, porque fue el resultado de tu puesta en escena en este planeta. En el hemisferio norte, en un país llamado España, en la región de Aragón, en una provincia llamada Zaragoza, y en un pequeño pueblo de la montaña llamado Uncastillo, ese fue el proceso de una vida observada desde las estrellas hasta la llegada, al fin, a una casa de agricultores de la Plaza de Santa María.

     Ese fue mi premio, en medio de campanarios y esculturas en las paredes, y donde me sumergieron en la pila bautismal para ser cristiano. Venía de raza y con crotal en las orejas por pertenecer a familias de sencillo abolengo, y para que no se me llevaran como esclavo a alguna plantación.

     .... la suerte en mis manos ....

     Nací en un pueblo de respeto, donde a los principios recogíamos agua de las canaleras para lavarnos la cara y nos alimentábamos en soperas de barro y calderos de metal. Fruto del templo y la campana, aprendimos a orar y a respetar al vecino para saborear la paz y ser todos buenos. Genuflexión y señal de la cruz nos impusieron al pasar delante del altar para dar gracias a Dios por tu suerte. Me aprendí canciones de alabanzas cantadas desde las alturas del coro para que resonaran por los confines de la iglesia, y encendí velas en los altares porque me lo mandaba Mosen Alejandro. Toda esa labor cumplí de niño, por haber nacido cerca de un templo.

     Reconozco que tuve suerte de nacer en ese lugar que tanto me atrae y me pertenece. Le he dedicado historias transparentes que enriquecen la vida y milagros de ese lugar, y he intentado validar su hermosura allá por donde las conversaciones han sido propicias para que el pueblo levante el vuelo.

     Aquí comencé la vida.

     Chavierín
 

4 comentarios:

  1. Desde luego el imponente perfil de la iglesia de Santa María fue decisivo en la compleja labor de tallado de tu personalidad. La tenías todos los días delante de tus ojos. Con esa imagen te acostabas y con ella te levantabas.
    No es de extrañar que retornes con frecuencia a esos recuerdos de la infancia y extraigas de todo ello sutiles consecuencias.
    Y, como es habitual, lo haces con ese peculiar estilo que te caracteriza: la receta tradicional de nostalgia, sencillez y adornos lingüísticos del más multicolor estilo.
    En este ámbito, Javier, es donde -a mi entender- más te creces.
    Leo y releo la entrada y cada vez descubro un matiz, una referencia que se me había pasado por alto en la lectura anterior.
    Leer estos relatos es como adentrarse en una aventura nueva cada vez que uno vuelve a ellos.
    Mis ánimos y mi respeto por tus creaciones literarias.
    Un abrazo
    JL

    ResponderEliminar
  2. Agradecido siempre por tus palabras, José Luis, un abrazo .

    ResponderEliminar
  3. Ese lugar tan entrañable y tan inmenso, es lo que el pueblo celta llamaba y sigue llamando "El lugar del arraigo". Que no va de nostalgias, sino de vida vivida. Desde Leganés, un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Tienes razón, Nines, vida vivida.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar