martes, 20 de septiembre de 2022

SOLO ANTE EL NOTARIO


           Los rizos del cabello atusaban mi herencia y me aupaban por los mundos de la notaría para inscribir en medio de los tinteros de latón, la propiedad de mi ascendencia, curtida en la piel, como cuando la libélula se desprende de su escafandra en un junco del remanso y aparece un nuevo ser. Así es como vine al mundo, azorado, como heredando todo lo que mis predecesores dejaron en mí, una nueva piel y un semblante parecido al de mi padre,... no tenía escapatoria, la gente del lugar adivinaba mi origen familiar,... ¡ eres igual que tu padre !,... decían. Y aquí estoy, un heredero de la tierra que quiere inscribir en la notaría todo lo que percibí de mi padre para dejarlo por escrito y que no caiga en el olvido.

          Pues de claridad es, señor notario, que cuando me dicen que soy hijo de Tomás no me puedo esconder, porque las facciones y los cabellos de rizo blanco, me muestran como heredero del gen. Vengo a inscribir mis apreciaciones para dar fe de mi devoción hacia él.

          A mis padres siempre los vi como mis héroes, a mi madre como la madre amantísima que nos dejó muy pronto y de la que solo conocí lo que es el amor de madre, su belleza y el dolor por su pérdida cuando murió,... yo solo tenía tenía veintiún años,... cierta orfandad conocí. 

          Mi padre se quedó en el escenario de mi vida hasta que se hizo mayor.  Conviví mucho tiempo con él, y fui un aparador de su alegría en nuestros encuentros. El "servicio militar" lo hicimos los dos en Ubio, él, como gran hombre de las tierras y yo como lacayo de compañía,... sí, lacayo de compañía fui,... sin ascender. El roce y la admiración por él, se curtieron en esas tierras jascas de duro trabajo y disciplina, allí me enseñó a amar ese precioso rincón y lo que es nuestra tierra. Años permanecí con él desde pequeño, y claro está que me aprendí la lección. He escrito en el blog varios artículos sobre Ubio muy cargados de sentimiento.

          .... heredar su impronta.....

           Aunque quede mal que uno hable de si mismo, tengo claro que la disciplina en el trabajo me la enseñó mi padre. El respeto, el saber estar, el ser justo y colaborador,... Heredar sus virtudes siempre ha sido prioritario en mi vida. Yo tenía un ídolo, un joven que se fue a la guerra con dieciséis años y que estuvo por allí siete años y que regresó con suerte para convertirse en agricultor y formar una familia. Después de esta experiencia tan dura que tuvo en su vida, para mí, todo lo que hiciera después, tendría perdón. Por eso, después de ver los desastres de la guerra, su sentido de la justicia siempre fue grande,... la guerra le enseñó lo importante que es la bondad en la vida.

          ¡Claro que le tocó sufrir !,... sobre todo en la vida familiar, cuando mi madre falleció y le dejó muy abatido. Pero se sobrepuso y salió para adelante. En esa época mostró una serenidad de vida que contagiaba. El estar a su lado en los últimos años, era revivir esos años de complicidad cuando estábamos con las faenas del campo,.... contaría mil situaciones,... como nuestras conversaciones cuando nos acompañaba una copa de vino....

          Hace doce años que falleció mi padre en plenas fiestas de Uncastillo, fecha que me trae su recordatorio aunque siempre lo tengo muy presente junto a mi madre. Si estuvieran aquí tendrían más de cien años, cosa que no puede ser. Ellos ya no están,... y yo también me voy haciendo mayor, es ley de vida. Pero me queda su impronta, mi segunda piel que me mantiene cercano a ellos e inconfundible, sin heredar ninguna corona real, pero orgulloso de ser hijo de quien soy.

          Todos llevamos la herencia en la piel, en el corazón, casi casi como mandato divino,... y es que nos educaron en ese sentimiento que nos mantendrá toda la vida unido a ellos.

           Esto es lo que vengo a registrar, señor notario, verdades que salen del corazón.

           Cuando uno recuerda a su padre, quizá habla la segunda piel,... somos lo mismo.

           Cómo pasa el tiempo.

            Chavierín.

           

          

     

     

              

2 comentarios:

  1. Este elogio de tu padre y, por extensión, de tu familia, te honra, Javier. Como sabes yo también lo conocí y suscribo cada uno de los renglones que con tanto acierto y sensibilidad has escrito.
    Tus palabras finales me han producido un ligero escalofrío pues es verdad que, aunque deseáramos que nuestros padres pudieran haber cumplido los 100 años, la ola de cada generación nos va arrastrando indefectiblemente a todos y cada uno de nosotros.
    Genial artículo. Mi enhorabuena
    Con afecto
    JL

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  2. Sé, que todo lo que comentas es verdad, gracias por tus palabras, José Luis.saludos

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