Con ademán propio de aquellos tiempos, el lacayo del portón le indicó que tendría que entrar por la puerta de atrás porque la principal estaba para las visitas de alta alcurnia. El granjero Tom, se sacudió el barro de las botas para no dar que hablar y tocó con suavidad el campanil de la puerta de servicio. El señor Crawly con los brazos en la espalda, le hizo pasar al hall y le escuchó con atención. Pronto, hizo llamar al albañil para que arreglara el entuerto,... los huevos de su corral tenían un alto reconocimiento en la mansión y no era cuestión de perder semejante manjar.
..... cualquier coincidencia con la realidad es pura casualidad.... señor, señor....
Aquí en España ocurría algo parecido, el amo tenía la obligación de arreglar las goteras de los tejados de los arrendatarios. Eran los tiempos de los grandes señoritos, de los grandes terratenientes, de cuando por la desamortización de Mendizábal los potentados aprovecharon para comprarle las mejores tierras a la iglesia,... todos tenían lacayos,... y si nos montamos en el calesín de la actualidad, en el año 2022, también los podemos encontrar.
Pues sí, estamos en un mundo donde el estofado de las costumbres se mezclan con la actualidad. En la mansión de los Crawly, allá por el año 1914, la escenografía de sus costumbres era llamativa, tenían muchos empleados. Entre lacayos, cocineros, mayordomos y ayudantes de cámara, hacían de la mansión un hormiguero organizado. El matrimonio y las hijas tenían cada uno su ayudante de cámara, para ayudarles a vestirse y a quitarse los zapatos. Las reverencias a todas horas y el levantarse de la mesa cuando el marqués hacía acto de presencia de improvisto, llamaba la atención. Un detalle importante incluyó el guionista en la serie Downton Abbey, el trato a los empleados fue exquisito. Las historias que acaban bien, siempre son bienvenidas para el espectador.
... el bombín era muy apreciado en aquellas parafernalias .... importante para las comedias de la vida ...
Bueno, ahora salto las vallas de las praderas de los Crawly y me vengo a las andanzas de los años pasados, Dios mediante, y me voy presto a Galerías Preciados, de cuando algún empleado corría a aparcarle nervioso el coche al director,... o cuando ibas a llevar algún envío a las casas bien y te obligaba el portero a subir por la puerta de servicio,... o cuando alguna señora de cuna te pedía atención sin mirarte a la cara,... o cuando te llamaban a personal y te temblaban las piernas,... detalles de un periplo personal. Perfiles, de cuando uno tenía amor propio y le molestaban esas formas.
No voy a nombrar esos años de servidumbre de la casa del amo porque ya he dado hincapié al principio del escrito,... cierto miedo tenían también las esperas en el patio.
Son historias de los ricos y los " gentiles ",... ¡ buscaremos empleadas del hogar importadas de Filipinas y crearemos colonias para diferenciarnos del populacho,... iremos a las terrazas vips con tarjeta de sociedad numerada y nos haremos de alguna cofradía de los santos para no dar que hablar,.... ¡ah!, y nos buscaremos a unos tontones de la política, que nos adoran, para que nos perdonen los pagos !
Son historias de los miserables y los ricos, políticos de medio pelo que militan en un partido de derechas y que colman de prebendas a los potentados. El perdonarles los impuestos de patrimonio a los ricos y chaquetearles, solo lo entienden los miserables, los que no tienen amor propio y se dejan impresionar por las apariencias.
En el año 2022, en España, se están dando estas reverencias en el patio. Hay personajes de la política que prefieren contentar al patrón antes que a la ciudadanía.
Lacayos malvados,... una clase de políticos sin amor propio.
Lo que nos toca vivir.
Chavierín.
¡Guau!
ResponderEliminarGenial artículo, Javier. Tanto por la forma como por el fondo. Para publicar en un periódico de tirada nacional y -traducido- internacional.
Has ensamblado a la perfección la trama de Downton Abbey, tu personal experiencia y la desvergüenza de los que piden bajar los impuestos a los ricos.
Pero... ¡Si hasta la propia Liz Truss se ha echado para atrás!
Ya te digo: me ha encantado. Lo releeré de nuevo con tranquilidad para volver a degustarlo.
¡Saludos!
Agradecido por el comentario, José Luis, saludos.
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