La modernidad con su rastro limpio, nos ha privado del recurso natural y primario de soplarte las manos con urgencia por el frío, y la de acudir al auxilio del fuego para entrar en calor, porque ahora vivimos en una urna de cristal.
¿ En qué quedamos, queréis la comodidad o volver a los tiempos de la candela ?,... ¡ porque para tontadicas siempre hay tiempo !,... ¡ me explico !
No sabía el escribidor cómo arreglar este dislate y se puso a contar detalles con urgencia. En aquellos tiempos del frío, casi de la Edad Medía en el pueblo, los sabayones cubrían las orejas mientras las cremas Nivea protegían las manos de los hielos. Recuerdo bien esos momentos de vahos blancos de respiración que salían veloces por esas calles del románico cuando te dirigías a la escuela,... no había otro remedio para los fríos del otoño, que aguantar con paciencia,... hasta las campanas sonaban de distinta manera,... quizá notaban cierto decaimiento.
Realidades y detalles que permanecen en nuestra memoria y que requieren algo de ternura para adornar el relato,... quizá el alma se nutra con los sacrificios de antaño y con los obsequios que la naturaleza nos da.
"Y caminaba por los campos en los otoños por si algún hongo aparecía con la tierra a sus espaldas ", sabía el agricultor que en ese lugar tomaban vida esos frutos sagrados de devoción,... y "dulcemente, con la navajica y con un leve soplido, atrapaba el apreciado manjar ",... recuerdo el lugar, unos cañaverales arropaban ese nacimiento en el barranco de Ubio,... ¡ igual siguen retornando en los otoños !...
.... más presentes....
Nunca me cansaré de nombrar aquella imagen en la Sierra de Petilla, de cuando yo solo, en silencio, descubría un plantel de rebollones inmenso que me decía que con ellos el hambre se había acabado en el mundo. El suelo anaranjado se distribuía entre los pinos como si llegara a un paraje de Walt Disney, mágico y misterioso,... eran todos para mi.
" Y las bellotas de la carrasca llenaron la fiambrera del agricultor para asarlas en el fuego como perfecto manjar " ,... y los hijos aprendieron que solo las del dulzor se podían asar en la estufa de la escuela " ,.... " en los otoños los bolsillos de las chaquetas escondían ese fruto preciado ",... eran buenos acompañantes.
Y de los otoñales que podía decir yo, la castaña de la emigración se presentaba en el pueblo como fruto de cinema en el club, sobrias, anunciantes de los fríos y las nieves. El crisol de la fruta tardana de color amarillo se presentaba también, regordete y huraño, como si se hubiera criado en la soledad de un cabañal. La universidad, la escuela, se abrió paso en su camino y el membrillo se convirtió en manjar Cum Laude en esos recreos de la vida,... ¿ me das un trocico Javierín ?
Y el rubí del otoño, moruno y especial, se presentaba en escasos recovecos, lo que daba a la minglana la novedad del estreno en casa la Francha,... " el canasto se veía egregio ante semejante vergel ",... son cinco pesetas,... " los dedos acariciaban con cuidado ese preciado maná ",... dicen que lo trajeron los de la aljama judía,... ¡ cuánto aprendimos con ellos !
Los frutos del otoño y del alma siempre caminan juntos en nuestra memoria, porque tu vida se construyó en medio de esas prebendas e incomodidades buenamente recordadas. Cuando tienes, después de los años, algún fruto del otoño en la mesa, aparece
ese impulso de los principios, de cuando agradecías lo que la naturaleza te daba.
Con qué poco éramos felices.
Chavierín.
¡Perfecto! No hay que añadir ninguna línea más para describir el entorno que rodeaba al autor en su niñez.
ResponderEliminarEntorno material y también emocional. Ahí es donde despliegas, Javier, tus mejores galas y te haces con el timón que, con acierto, te lleva al puerto del recuerdo y las añoranzas.
Un acierto plasmar esos momentos tan intensos y entrañables.
Escrito queda para que los puedan disfrutar las generaciones venideras.
No, no se necesitaba mucho para ser feliz.
Enhorabuena por este regalo otoñal
Saludos fuertes
JL
Agradecido siempre por tu bello comentario, un abrazo.
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