domingo, 29 de junio de 2014

MOMENTOS DE TERCIOPELO EN UNCASTILLO

Y porque me apetece tomo en mis manos unas hebras de terciopelo para componer y entretejer aquellas escenas dulces de antaño,... en los comienzos, desde cuando aprendí a grabar en mi memoria los momentos tiernos de vida y familia en ese domus de siempre, residencia de recuerdos dormidos y a los que de vez en cuando voy a despertar.

Y el lápiz presto dictaba....

La placidez describía la vida del pueblo, la tranquilidad la dibujaban los cantos de los lucanos y el ronroneo del gato Narciso, y el lugar lo completaban, las Julias y Soledades sentadas al calor del brasero, en las tardes de siempre, con las novelas de radio y trabajos de ganchillo. Profesora y alumna con sus pelerinas de rigor, grises y rosas, sentábanse prontas y acicaladas con sus frascos de laca y el labio pintado,... para conversar,... para entretejer, y para contar vivencias e historias de antaño hasta que llegara el marido del campo o sonaran las campanas de la misa puntual.

Los detalles los enriquecían los momentos de café de achicoria,... la cafetera blanca,... pitusa, de edad avanzada, cuando hacía acto de presencia con su perfume, en esos ratos de estancia. La luz travesera del balcón mostraba el lugar de las flores y la imagen cercana de la torre y su plaza, visiones dulces del lugar, de donde comencé la existencia y aprendí a valorar la importancia de la bondad y lo sencillo, interminables momentos de vida en ese rincón.

Y, de vez en cuando, les acompañaba este hombrecillo valiente, curioso y preguntón, de historias y casos ocurridos en Uncastillo, con los hombros encogidos por las cosas que contaban de esa etapa triste de venganzas y desasosiegos. La atención y la impresión causada por los acontecimientos tenía como testigo el calor de la mesa camilla y el ambiente de tranquila conversación,... con ellas,... porque estaba en mi casa, en aquellos tiempos de infancia. 
Las llamadas de mama y de tía, sonaban constantes por las escaleras del caserío porque sabía que siempre estaban ahí, en su atelier, con los brazos abiertos dispuestas para arropar y acariciar.

Tornaba el sol,... entraba la luz,... los dedos doctos de ingenio y artesanía componían los momentos del ganchillo de vida rural y tranquilidad, como buscando escribir historias para la posteridad, de renombre y recuerdo,... sin molestar, y sabiendo que se hacían las cosas como manda la natura.

Me voy en silencio, sin hacer ruido, para no despertar a esas escenas dulces con el recuerdo, aunque sé que tengo permiso para recrear y agradecer.

¡¡¡ Ven cuando quieras !!!,... y sin llamar a la puerta

La mente me dicta asueto emocional y cierta melancolía,... que le voy hacer.

Chavierín


2 comentarios:

  1. ¡Genial, Javier! Un extraordinario acierto. Una magnífica pieza literaria digna de ser difundida, comentada y conservada. Me ha encantado tu artículo. Modelo de delicadeza, sutil rememoranza y suave nostalgia. Está claro que éste es tu estilo. A mí me encanta y te animo a que escribas más piezas maestras como esta. Y, lo dicho: en su momento tenemos que hacer un libro compendio de todas tus sutiles evocaciones.
    Un abrazo. José Luis

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  2. BUENA IDEA LA DE JOSE LUIS HAY QUE GUARDAR ESTAS VIVENCIAS EN UN LIBRO, I GUARDARLAS Y RELEERLAS DE VEZ EN CUANDO Y QUE LOS QUE VENGAN DESPUES PUEDAN DISFRUTALAS Y SABER LA INFANCIA QUE TUVIMOS , ME HA GUSTADO MUCHO EL ARTICULO MUY REAL TE SUPERAS CADA DIA BESICOS CHERMINITA

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