Era tal la amargura con la que nos narraban lo que ocurrió en Uncastillo que se nos quedó grabado en la memoria lo que es el dolor,... la maldad,... la falta de misericordia,... de clemencia. Por eso aprendimos desde muy jóvenes a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal y, por eso, nos volvimos revolucionarios porque, a partir de allí, en nuestros convencimientos no cabía otra conducta.
Nacimos en ese lugar, en una tierra jasca, quizá complicada para entender y expuesta al sufrimiento del sol a sol, de trabajo duro sin apenas recompensa, pero maravillosa para tener una vida digna. Eran unos tiempos de agobio y búsqueda del derecho a la libertad,... pero ganó el opresor y todo se convirtió en dolor y llanto,... demasiado castigo, demasiado dolor y llanto.
Al cabo de los años solo quedaba escribir en los libros la historia de lo que ocurrió en Uncastillo para compadecer y entender,... para saber que hubo familias inmersas en un eterno dolor, condenadas a la tristeza de por vida solo por opinar y buscar ilusiones, que por lo visto, no les correspondían.
En estos tiempos, es justo homenajear a los que tristemente murieron y reconocer que aquello fue una ignominia que no tendría que haber ocurrido, que todos eran nacidos en el mismo lugar,... trabajando la misma tierra,... respirando el mismo aire de la sierra, y que no se merecían ese final.
Quizá después de lo ocurrido, a los vecinos nos quedó la sabiduría, de que a pesar de todo, teníamos que convivir y hacer amistades por todos los rincones del pueblo porque la vida tenía que continuar,... esa capacidad tuvimos.
La época triste que vivió Uncastillo nunca quedará en el olvido. El homenaje de desagravio hecho a Don Antonio Plano y a su familia demuestra que con la bondad de sus gentes se puede pedir perdón y reconocer que aquello no tendría que haber ocurrido.
Estoy seguro, Don Antonio, que la Ley de Memoria Democrática, no caerá en el olvido.
Con mi apoyo siempre a sus familiares,...
Javier Cay Navarro.
Somos la generación de la posguerra y arrastramos sus consecuencias.
ResponderEliminarYo desde luego en este asunto tengo la sensación de haber vivido en la inopia. Solo muy recientemente a través de lecturas y testimonios de personas que conocían a fondo todo lo que ocurrió en el 36 me he ido haciendo cargo del enorme trauma que supuso para muchas familias uncastilleras los trágicos sucesos acaecidos en nuestro pueblo.
Antonio Plano fue ejemplo de coherencia y compromiso social. Su muerte fue injusta y cruel. Se merece el reconocimiento que le concedes en tu artículo, Javier.
¡Un abrazo!
Conocimos de cerca a su familia, se merecen nuestros respetos.
ResponderEliminarSaludos José Luis.