Magnetismo y obligación, acudir a la llamada de la iglesia era lo propio, mi madre me mandaba a coger hojas de laurel del árbol del claustro para hacer buenos guisos y las compensaba con las brasas del fuego para rellenar el incensario de la iglesia. De normalidad se tornaban los tiempos, allí me bautizaron y allí, por desgracia, despedí a muchos familiares. El roquete, la sotana y el misal nos convertía en los herederos de la tierra y los cantos del coro, hombrecillos que no se podían negar a tal misión por si un día llegaban a ser santo.
Recovecos, vivencias,... conocíamos todas las estancias de la iglesia y su torre. En aquellos años, el subir al campanario era permisible y aventurero. Del coro salían cantos que contribuían a engrandecer esa bóveda milenaria, y fui testigo de la restauración de la iglesia de altares y diseño, para dar paso a la piedra conventual y orar mejor,... el románico crudo y rudo,... pero muy bello.
De propio, acostumbrados estábamos a tener una iglesia cercana, pero sin valorar la belleza que contenía su portada. Nuestra vida transcurría entre sillares que alguien dibujaba y colocaba en sus paredes y con la normalidad de los sabios que los venían a contemplar.
.... y resulta que ....
Nunca me paré a pensar en el mensaje que nos quería dar el escultor con sus relieves variados. Sus arquivoltas decoradas con personajes, animales, monstruos y vegetales, sin orden ni concierto, dicen los entendidos, es todo un "caos " que resume la vida del hombre cristiano. Muestra tareas cotidianas, vicios, pasiones y pecados a redimir, así como la eterna lucha contra el bien y el mal que sucede en el interior de cada persona. La función era transmitir a los fieles de la época, la mayoría analfabetos, lo que suponía traspasar aquella puerta, significaba la salvación del alma y el perdón de los pecados.
Tan cerca y tan lejos de su interpretación,... ahora la entiendo más, y la hago más mía. Una joya del románico en su máximo esplendor,... la tenemos que cuidar y mimar para que el mundo la contemple.
Toma parte de nuestro rincón.
Con respeto.
Chavierín.
Está claro que vivir al lado de una iglesia románica deja impronta.
ResponderEliminarSi además el inquilino cuenta con una sensibilidad especial para el arte, en la flechazo está asegurado.
Que aquellas experiencias de niño te dejaron una huella indeleble lo dejas claro en muchos artículos de este blog.
Ayer saludé a la iglesia de tu parte y tomé unas fotos desde la puerta de tu casa que te enviaré.
Constituyen una porción intrínseca de tu personalidad; seguro que te gustarán.
Me ha encantado el artículo. Yo también soy hijo de Santa María.
Las vivencias en la iglesia forman, asimismo, parte de mi legado.
Fuerte abrazo, Javier
Pues sí, son parte de nuestro legado. Las fotos muy bonitas, se nota la restauración en la portada.
ResponderEliminarA seguir bien José Luís, un abrazo.
No tengo palabras Javier, me ha encantado. También para mí la Iglesia de Santa María, la Plaza, la casa con tantas personas queridas... es, son, uno de mis lugares de arraigo. Gracias. Desde Leganés, un abrazo.
ResponderEliminarSiempre agradecido prima Nines, por tus palabras, la tenía muy cerca y no la sabía interpretar.
ResponderEliminarUn abrazo.