Entre las latas del cinema del club me encuentro, presto para rebobinar esas historias de mi infancia menuda, cuando comenzaba a ser curioso e imaginativo en ese pueblo medieval de los mil y un rincones.
Los atrezzos y el poblado lo construyeron unos caminantes que consideraron aquella inmensa mole de piedra en el centro del valle rodeada de ríos, como el lugar ideal para construir cientos de caseríos e iglesias alrededor de su fortaleza, y los guiones, los escribieron, las miles de personas que poblaron el lugar a lo largo de los tiempos y forjaron sus vida al abrigo de esos muros,... Derecho a contar y a expresar,... todo vale sr. director, aunque nos quedemos sin aplausos,... secuencias de la vida misma.
¡¡¡Plaquetas fuera !!!
Y allí estaba yo acompañado de mi amigo de siempre, José Luís, en el huerto del negrico Manuel, en el de la Luna, escondidos en la pared y a la espera de los visitantes alados que venían del cielo. Reclamo puntual llegado desde las ventanas de la calle Mediavilla para engañar a esos jilguerillos novatos que sólo buscaban hacer amigos. Eran días matinales de diciembre entre copos de nieve y cardos blancos atrapando algún pajarillo cantor para adornar los hogares.
Y otras secuencias podría aportar en los tiempos del monaguillo autóctono en las iglesias de Santa María y San Martín, entre obligaciones de semana y oficios puntuales de domingos y procesiones,
conclusión fácil de sacar por vivir en el pueblo de la siete iglesias.
Todos más o menos, en nuestros primeros años, estuvimos como los primitivos clérigos del pueblo, implicados en las actividades del coro, en los cantos puntuales de misas mayores, navidades, entierros,... y a cambio, las iglesias nos regalaron los misterios de sus capillas, las obscuridades de la escalera de caracol de las torres, las miradas de las imágenes escondidas en sus lamparillas,... los sustos y escondecucas, y la capacidad de adaptación ante tanta maravilla. Eran años duros para aportar felicidad pero, aún con todo, después de el paso del tiempo, los recuerdos vuelven a recoger la gratitud que dejaron esas vivencias.
Y por encargo, me meto en el mundo de los baucinos, en el castillo, lugar práctico de entretenimientos y vida callejera. Era nuestra mansión sagrada en aquellos años, con ovejicas y todo y con grallas gritadoras que vigilaban el almenario, y como duendes del verano, los gritones fencejos que gustaban de jugar con los trozos de papel de periódico volante. Inocencia escrita en ese lugar, entre ruinas, y sin preguntarnos en esos años el porqué de tanta destrucción,... pero era nuestro castillo y.... de reyes.... y lo teníamos que defender.
Y qué podré decir de los veranos y de los inviernos en ese lugar, rudeza en invierno y mayor espíritu abierto en verano, juegos de plaza, redonchos y chapines, agujericos del guá en las plazas y fútbol en el campo grande donde dicen que hubo un cementerio olvidado.
Y si me voy a pescar pues,... me voy a la pesquera, a esos pozos llenos de madrillas y barbos que convivían con los campos recién cosechados y caras acetrinadas, y mientras, nuestro gran río a veces rebelde, protegía los nidos de los avejeros y de las palomas torcaces,.... National Geografic en la infancia y testura fina de una época feliz.
Esta era la vida de los jovencillos antes de salir del pueblo camino a los colegios doctos y de disciplina,... para que nos ataran en corto y nos metieran en cintura,... pero no hacía falta, porque nos educaron para saber diferenciar entre el bien y el mal... llevábamos los bolsillos llenos de imaginación.
Dan para mucho estos diez años de infancia en un pueblo,... para rellenar folletos llenos de historias y creatividad.
.... ¿ Cuánto vale la entrada, José ?....
A veces sólo con observar a las hormigas y contemplar el crepúsculo es suficiente para ser feliz.
Chavierín
ME GUSTA CUANDO ENCIENDO EL ORDENADOR Y BUSCO TU BLOJ Y HAS ESCRITO ALGO NUEVO SIEMPRE PASO UN BUEN RATO NO DEJES DE SOÑAR Y TENER TAN VIVOS TUS RECUERDOS ERES GRANDE UN BESO CHERMINITA
ResponderEliminarenhorabuena por el comentario, me ha gustado mucho, al leerlo creia que era a mi al que le pasaban estas cosas que cuentas de la infancia, un saludo de un Uncastillero de la parroquia de san Martin.
ResponderEliminarComo siempre, das en el clavo al evocar de forma tan delicada aquellos felices pretéritos tiempos. Qué duda cabe que, lo que somos, constituye en gran medida una destilación de lo que fueron épocas pasadas. Y, a sabiendas de que el cerebro es selectivo con lo mejor de nuestros recuerdos, comparto totalmente contigo la visión de la magia y el encanto de todas aquellas experiencias. Muchas las vivimos y las disfrutamos juntos. Todas se han quedado definitivamente con nosotros y nos alegran y le dan sentido a nuestro acontecer.
ResponderEliminarMagnífico relato. Estupenda prosa. La historia merecería ser continuada y tomar la forma de libro. Muchos lo agradeceríamos.
Un abrazo. José Luis
Leyendo tus entrañables recuerdos, una y otra vez me viene a la memoria esa afirmación que frecuentemente hacen algunos escribidores serios o de fundamento: "Construimos nuestra vida sobre el solar de la infancia." Sigue construyendo y escribiendo.
ResponderEliminarDesde Zaragoza, donde paso estos días, un abrazo.